Mi trabajo diario siempre es inseparable del contacto íntimo con varios dispositivos electrónicos. Desde ese servidor zumbido sobre la mesa, hasta los conmutadores de red densamente cubiertos en las paredes, pasando por las computadoras portátiles ligeras en la mano, parece haber una red invisible entre ellos, conectando la información en serie, formando un sistema enorme y complejo. Y el contexto de esta red son precisamente los cables de datos que se esconden dentro de las paredes, debajo del suelo e incluso a veces cruzan las profundidades subterráneas de la Ciudad.